TEPITO VIVE, EL BARRIO RESISTE

Nos abre sus puertas, algunas grandes, otras más pequeñas, pero todas nos invitan a recorrer lo que guardan sus entrañas, permitiéndonos ahondar en lo más profundo de su seno. Así nos recibe el barrio, plagado de historia y de gran tradición.

Tepito, sinónimo de lucha y supervivencia, en el que cada uno de sus habitantes nos comparte la semblanza de sus arterias, desde sus raíces prehispánicas, seguidas por la caída de México-Tenochtitlán, lugar dónde comenzó la gigantesca carga histórica de la esclavitud, hasta llegar a nuestros días, en dónde las paredes carcomidas por el paso del tiempo nos hacen saber que se encuentran conjugados la historia con el andar cotidiano, entre la interminable vendimia, la bulliciosa música y el ir y venir de sus incansables paseantes.

Su gente, orgullosa y trabajadora, nos muestra su lado sensible a pesar de presumir esa pétrea coraza, nos permite ver su duro camino por la conservación, pasaje que han sabido sortear con su inagotable fuerza, dejando correr por sus venas la sensibilidad del poeta que en sus calles encuentra sus musas, la destreza y magia que surge de las manos de aquel que talla la madera dándole otra oportunidad de vida tal como su pueblo la ha tenido infinidad de veces, la alegría y los sonidos de la memoria que se dejan escapar del organillo en manos de su salvadora que guarda tan importante misión, la entereza y soberbia de aquellos que con sus puños y bravura han llevado el nombre del barrio muy en alto a tierras lejanas, así como el lenguaje de las brochas y pinceles que gritan libertad, que tiñen sus murales dotando de vida cada rincón y el rescate del arte popular. Todo esto se articula y fluye por su sangre, dando como fruto la esencia de su raza.

Casta devota que sin reposo ha seguido, a pesar del mal tiempo y ha recibido a caminantes provenientes de otras regiones, sincretismo de tradiciones y creencias, dónde cada uno acude al cobijo que brindan sus convicciones, con el abrazo guadalupano bajo su manto lleno de estrellas o la túnica verde de un San Judas que los proteja, o bien, la fría e imponente presencia de la Santa Muerte. Aquí dónde se respira y se siente en cada recoveco la fé y la devoción con la que se encomiendan todas las almas.

Tepito, un mundo que nos transporta a un viaje con un sinfín de emociones, que nos lleva a lo más alto con sus historias y corazones, un universo que nos regresa de golpe a la realidad y que algunas veces duele fuertemente, pero que nos enseña entre las formas de sus globos y papalotes, sus múltiples muros tapizados de colores, la sonrisa y pureza de sus niños, aunado a sus fuertes lazos solidarios que el barrio va mucho más allá de lo estigmatizado, que Tepito resiste...

TEPITO VIVE ¡!!

-Teresa Vaquero